En Buenos Aires ciertas cosas son consideradas normales. Tomar mate después de las tres pero no después de las ocho de la noche. Terminar el colegio e ir al centro a estudiar la universidad. Tener un ojo siempre encima de la cartera donde tenés tu plata, cosas de valor.
En Italia, desde que me mudé hace casi dos años, me doy cuenta de que la lista de cosas consideradas normales es otra. A veces, ambas listas se superponen, pero otras se oponen totalmente. Caminar por la calle en ojotas, por ejemplo, o salir de casa con el pelo mojado (ambas un gran, gigante NO en Italia pero un “sí, qué se yo, está bien” en Argentina).
Voy viendo las grietas en las convicciones que tiene cada lugar, esas convicciones que aseguran a sus ciudadanos que es así y solo así.
No.
No realmente.
Lo que me lleva a pensar que, si visito cada país del mundo, tendré un compilado de cosas “normales” que se oponen a otras “normales” de lugares diferentes.
Saboreo al pasar el dedo por esas grietas, sentir su quiebre. Creencias que no son mías, que me impusieron de chica, romperse de a poco. No me gusta que me digan cómo pensar ni cómo actuar, todavía menos para cumplir un rol “normal”, y menos que menos para seguir las reglas de un juego absurdo que no elegí.
A fin de cuentas, de lo que estamos hablando es de sistemas de creencias (cuyos efectos en la vida real son muy tangibles).
Lo mejor para hacer es construir un sistema de creencias propio e individual. Dejar de lado lo “normal” —ese “normal” tan peligroso— que la sociedad en la que naciste te impone. Pensá vos, con criterio y con consciencia, cuáles son las reglas bajo las cuales querés vivir. No hace falta viajar para hacerlo, aunque viajar sí ayuda mucho a salir de tu contexto normal y mirar con ojos nuevos.
Usé los ejemplos del pelo mojado y de las ojotas antes, pero esos son detalles. Lo peligroso es cuando empezamos a tomar decisiones sobre cosas más profundas sin pensar: carreras profesionales, sueños, parejas…
Releí el libro autobiográfico de Patti Smith, Just Kids, uno de mis libros favoritos. Patti Smith es el ejemplo absoluto de alguien que se escapó de la normalidad en la que creció y se creó su propio mundo, sus propias reglas, su propia forma de mirar. En una parte del libro, al describir el destino de muchos de sus amigos en los setenta en Nueva York, escribe:
Muchos no lo lograrían. Candy Darling murió de cáncer. Tinkerbelle y Andrea Whips se suicidaron. Otros se sacrificaron por las drogas y desgracias.
En cambio, vos, ¿por qué te estás sacrificando?
Porque, de una forma u otra, todos nos estamos sacrificando por algo. Nuestro tiempo acá es limitado. La línea de llegada es la misma para todos y no sabemos cuándo va a llegar. Tal vez llegue antes de lo esperado.
Por eso, vuelvo a preguntarte:
¿Por qué te estás sacrificando?
¿A qué le estás regalando tu vida, tu tiempo, tus afectos?
Hago estas preguntas porque me las hago a mí misma. Quiero estar segura de sacrificar mi tiempo, mi vida, en lo que para mí es valioso. No lo que es normal para una sociedad arbitraria.
¿Y vos?
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