Esta mañana, leyendo, me topé con esta frase de Viktor Frankl:
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino…”
La última de las libertades está en elegir cómo reaccionar a tus circunstancias.
Frankl fue un prisionero en un campo de concentración alemán. No tenía ningún control sobre su situación, pero sí podía elegir cómo responder a ella.
Me acordé de eso después, a una hora y 5 kilómetros a pie cuando, después de viajar toda la mañana, nos alejábamos más y más del centro de Hoi An, ciudad a la que acabábamos de llegar, en busca de nuestro hostel. Mi hermana había reservado en dos posibles lugares. Los negocios turistas con trajes a medida iban apareciendo cada vez menos, los carteles en inglés también. Pasamos por tiendas de café, casas, puentes y campos de arroz empapados, cada vez más más lejos.
El primer hostel no estaba donde tenía que estar. En su lugar había una casa residencial y una señora que se acercó al portón a decirnos (en vietnamita, así que solo podemos imaginar) que Coco Couple hostel no existía. (Menos mal. Las fotos en internet incluían cama doble y pétalos rojos. Cómo explicar que mi pareja es mi hermana…)
El segundo quedaba más lejos. En este sí habíamos reservado con antelación y pagado la primera noche en un cuarto compartido. Pero cuando llegamos, no había nadie en la recepción. Minutos después llega una chica en moto, con barbijo, y en inglés nos pregunta si queremos ver un cuarto.
Cuando le explicamos que ya reservamos esta noche, abre los ojos preocupada. “Today? No recibí ninguna confirmación” dice y yo ya empiezo a pensar lo peor. Y sí, al revisar encontramos un el mail de confirmación pero para un hostel del mismo nombre… en Ho Chi Minh. Otra ciudad.
No escribo esto para ventilar nuestras deficiencias viajeras. Lo hago porque fue un ejercicio para acordarme de las palabras de Frankl. Es fácil entenderlas con la cabeza, como cuando las leí, pero no tanto ponerlas en práctica. Nuestras circunstancias no se pueden comparar con la segunda guerra mundial, pero justamente por eso es importante bajar las teorías de Frankl a nuestra tierra, a nuestra realidad, y hacerlas propias en los actos cotidianos.
Estabamos agotadas. Nos habíamos levantado a las 4 am, recién llegadas a una ciudad desconocida, caminando kilómetros con mochilas y calor.
Cuando la inercia te lleva a quejarte, a ponerte de mal humor, a maldecir la mala suerte, la poca preparación o la ley de Murphy, es ahí en ese momento que te das cuenta. Tenés bajo tu control la última de tus libertades.
¿Vas a elegir quejarte y estar de mal humor?
¿O vas a alejar tu perspectiva y reírte del milagro de caminar por los arrozales, en una ciudad de Vietnam?
Repito: no es fácil.
Pero se puede hacer.
Valentino Thinn says
Esta libertad que quizá se esconde en los arrozales de nuestra alma, es una que cambia la vida, es como un poderoso talisman (aunque ya nadie crea en los talismanes que antaño nos hacían más que humanos) creado por algún brujo escondido en los pliegues de nuestra ser.
Hoy leí un poema de Karl Krolow:
Lo veo de otro modo
Lo veo de otro modo:
las palabras son residuos
del capitalismo.
No lo creo.
Digo nieve, y siento
el invierno de 1929 en la boca.
Agua, digo, ahogándome
otra vez en el Mar del Norte.
Fuego: una de mis manos
sigue ardiendo desde la
última guerra.
Digo libertad, y sigo sin saber
lo que digo.
Sharon Borgstrom says
Qué lindo, qué lindo todo esto. Desde el poema hasta tus palabras. Gracias, gracias, gracias por la inspiración de siempre 🙂 (P.D. Thinn?)