¿Cuál es mi propósito?
¿Cómo lo encuentro, o cómo lo descubro?
Se habla mucho hoy acerca del propósito, de la misión, de la pasión.
Hoy quiero compartirte un enfoque que puede ayudarte a acercarte a la respuesta y empieza con esta pregunta:
¿Qué te duele?
¿Qué tema específico es el que seguido te genera impotencia, frustración brutal o una sensación de desconsuelo?
Y dejá que sea la memoria del cuerpo la que conteste.
No tu cabeza. No tu memoria.
Tu cuerpo.
En esa respuesta puede haber una semilla que te indique hacia dónde ir.
Si das vuelta la ecuación, podés vislumbrar un sendero que sale de ese dolor y que te marca una dirección.
Muchas cosas duelen en el mundo de hoy.
Muchas.
Pero del otro lado del dolor, hay sentido.
Del otro lado de la frustración, hay empuje.
Del otro lado de la impotencia, hay acción.
Lo que te duele a vos es también una puerta —tuya, irrevocablemente tuya y que te habla a vos— de cuáles son los caminos por caminar.
Esta propuesta, que conocí gracias a la ilustradora y escritora Mari Andrew, es que te permite reconocer primero y luego hacerte cargo de lo que es tuyo y dedicarte a ese metro cuadrado en el que solo vos podés contribuir.
A mí lo que más me duele es la desconexión.
La desconexión con una, con el otro y con el entorno.
Me duelen muchas cosas, pero hay algo en la desconexión que me rompe el corazón.
Entonces me dedico a hacer lo que pueda, dentro de mi ámbito de trabajo y también fuera, para aliviar esa sensación de soledad y de desconexión en mí y en otros.
Es a esto a lo que vuelvo cuando me abrumo por todo los problemas que hay por delante. Me vuelvo a recordar cuál es mi parte. Cuál es ese ámbito en el que me siento motivada de forma auténtica, y en donde puedo hacer el mejor uso de mis talentos y recursos y que además me reenergiza.
Y me recuerdo que mientras yo me dedique a lo que es mío— a lo que a mí me llama y a lo que a mí me mueve y a lo que a mí me renueva—, está bien:
Porque confío en quienes me rodean —que también sienten el dolor del mundo, que también ven lo que pasa y que también tienen ganas de hacer algo al respecto— también se concentrarán en su metro cuadrado.
Que entre todos, la suma será más grande que las partes.
No hay que hacerse cargo del mundo entero.
Hay un gran alivio en eso. No es necesario que te pongas el futuro del planeta y de la humanidad sobre tus hombros.
Somos parte de sistemas, de redes, y cuando uno se mueve, el otro también. Tal vez no nos conozcamos todos, cara a cara, pero al final somos un equipo.
Es necesario que conozcas lo que te duele, y por lo tanto lo que te motiva…
Y confiar en que los demás estamos haciendo lo mismo.
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