Ya sé, suena terrible y tan cliché. Lo sé.
Pero es un cliché por una razón.
Este proceso requiere entregarte al no saber, pero no tiene porqué ser tan terrible.
Piénsalo de esta otra forma, menos angustiante y más aliviadora:
No es necesario saber las respuestas.
Es más importante saber, distinguir y desarrollar los recursos con los que cuentas para encontrar esas respuestas, sea cual sea la circunstancia en la que te encuentres.
Porque, spoiler alert: incluso si consigues algún atisbo de respuesta en algún momento… bueno, esa respuesta cambiará.
Porque la vida es cambiante y dinámica. Y porque —¡por suerte!— estamos creciendo y expandiéndonos continuamente.
Vamos a querer cosas diferentes a medida que pase el tiempo… y eso es señal de salud. Eso es señal de que vas por buen camino.
La fantasía de llegar a una respuesta, limpiarse las manos y finalmente relajar para siempre… Es eso: una fantasía.
El cambio, el dinamismo, el movimiento… son señales de vida. (Todo lo que está quieto, al final, está muerto.)
La seguridad que tanto buscas no está ahí afuera.
De ahí viene la necesidad tan grande de obtener respuestas: de creer, en el fondo, que la seguridad está fuera de ti. Que la seguridad significa que las cosas sean de una determinada manera. De controlar.
Pero no es así.
La seguridad que buscas está en ti.
En tu adaptabilidad. En tu capacidad de aprender y desaprender. En tu trabajo interno. En tu confianza para resolver y solucionar y activar. En tu poder de tomar la iniciativa y reajustar el camino a medida que lo caminas. En darte cuenta que equivocarte es una parte más del proceso. En buscar y construir.
Y sí, también: en disfrutar del proceso. Recordar que estar viva también es esto.
Tal vez se trata de no saber y aprender a disfrutar de esto.
El objetivo no es tener todas las respuestas.
El objetivo es tener la tranquilidad, confianza y paz de saber que cuentas con las herramientas, recursos y confianza en ti misma para sortear lo que sea que la vida te traiga.
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