Dos chicos a nuestro lado se sacan selfies para incluirnos en el fondo. Cuando se dan cuenta de que nos damos cuenta, les hacemos señas para que nos hagamos una foto todos juntos. Una vez que la sacan, salen corriendo, nerviosos.
Estábamos en el Shawagada Pagoda, el centro de religioso budista más sagrado de Myanmar. A nuestro alrededor, decenas y decenas de estatuas de Budas y estupas, la principal bañada en oro y construida hace 2500 años.
Solo una parte del Shawagada Pagoda
Este complejo es, también, el centro turístico más importante de Yangón, ciudad a la que llegamos ayer, y sin embargo al caminarlo no vemos ningún cartel en inglés. Viniendo de Tailandia, donde el turismo ya está anclado, esto es un choque.
Me siento un extraterrestre y Selena Gómez al mismo tiempo. Extraterrestre porque camino por las calles y literalmente no entiendo nada. Si tengo suerte, en los carteles encuentro algún que otro número entre el alfabeto birmano. Le saco fotos a los menús y a los afiches porque donde acá todos leen algo como té con leche o sopa de pollo, yo solo veo unos dibujitos simpáticos que me cuestan hasta dibujar.
Decime si no exagero:
မင်္ဂလာပါ (Hola, pronunciado mingalaba)
ကြေးဇူးတငျစကား (Gracias, pronunciado jesabu)
Entiendo —juro que ahora entiendo— a los grupos de chinos que veía en Siena durante el verano y que le sacaban fotos hasta a las paredes. Ahora la china soy yo y Siena es Yangón y yo también le saco fotos a las paredes.
—No sabés cómo se ríen de vos— me dice Michi—. Ya de por sí llamamos la atención. Sacando fotos, peor.
Le saco fotos lo que a mí me parece insólito pero que para ellos es normal, como:
− las sogas con ganchos que cuelgan en frente de los edificios, que funcionan como buzón. Algunos están vacíos, otros tienen el diario, otros papeles, algunos con suerte bolsitas:
− las mujeres que cargan cosas en equilibrio con la cabeza, desde bolsas negras de basura hasta cestas llenas de verdura:
− la comida, la que se ve en la calle, en los puestitos, en los carros, en las casas de té, en los restoranes, en el supermercado:
Ensalada fría hecha con ajo, hojas de té, tomate y maní entre otras cosas
Un puesto callejero
Shan noodles en sopa
Puri (me recordó a la masa de las tartas típicas en Argentina) con salsa de arvejas
Una sopa picante que no pudimos terminar 🙁
− la pasta blanca que decoran las caras, como si se hubieran pintado los cachetes con una brocha y pintura color cremita (es en realidad una forma de protector solar natural que se llama thanaka):
− los colores que tiene esta ciudad, que hacen que las fotos de Steve McCurry parezcan poco saturadas: amarillo, verde, azul, rojo, magenta, turquesa, rosa pastel, violeta… todo está colorido, todo tiene color fuerte:


Me había preparado para esto. Había leído en guías y en blogs, había escuchado que Myanmar era “auténtica”, que era “Asia de verdad” y que su gente no te miraba como si fueras “un dólar con piernas”, como sí pasa en otros centros más turísticos del Sudeste Asiático como Tailandia. Pero los había dejado pasar. Con soberbia, juzgué a esos comentarios de soberbios. ¿Qué significa Asia “de verdad”?
Pero ahora que estoy acá y que camino por las calles ardientes del centro de Yangón, donde mujeres venden corpiños, ristras de ajo, racimos de banana, sandías; donde pican pescado y cortan pollo sobre un pedazo de tronco en la vereda con moscas que las sobrevuelan; donde al pasar nos miran y nos sonríen, donde van y vuelven y van y vuelven para pasar frente a nosotras una vez más; pienso que no sé de qué otra manera describirlo excepto como lo hicieron esos comentarios.
Nunca me había pasado algo así y eso que Myanmar recibe muchísimos más turistas con cada año que pasa. Varios occidentales vienen para aprovechar del despertar de este país, que después de hibernar durante 50 años bajo la dictadura militar, parece virgen, ajeno al turismo masivo. Y en el centro budista más importante del país, esos dos birmanos nos sacaban fotos a nosotras en lugar de a las cúpulas cubiertas en oro a su alrededor y a las decenas y decenas de estatuas del Buda.
Entrada de la Pagoda y Mich averiguando todo con el folleto
Solo un fragmento de la Pagoda
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