Lo escuchaste mil veces: La clave para la transformación es “responsabilizarte” — hacerte cargo.
Por un lado, fantástico: ¡Sí! Soy la protagonista de mi vida. Yo decido. Soy reina.
Por otro, mmm…
Ahem.
Si soy completamente responsable, ¿entonces eso significa que todo depende de mí…? ¿Y que entonces… todo lo que decida a partir de ahora es mi responsabilidad?
Que cunda el pánico:
- ¡¿Y si me equivoco?!
- ¿Y si elijo mal?!
- ¿Y si la decisión que tomo no es *la* correcta?
- ¿Cómo me pueden dejar a *mí* a cargo? ¡Si no tengo idea!
Este post que está especialmente dirigido a mis perfeccionistas. (Hola, te veo y te quiero.)
¿Por qué cuesta tanto confiar en tus propias decisiones?
Porque estás aprendiendo a hacerlo.
La mayoría de nosotros aprendimos a tomar decisiones condicionados por los demás. Por lo que:
- Nos dijeron que era lo “mejor”,
- Se esperaba de nosotros,
- Estaba “bien”, era “lógico” o “correcto”.
Después de decidir por otros durante tanto tiempo, elegir por tu cuenta es algo nuevo. Estás aprendiendo.
Cuando un niño aprende a caminar, no esperas que corra maratones. Lo mismo aplica acá.
Estás (metafóricamente) aprendiendo a caminar: no te pongas la presión de correr maratones. Date el permiso de chocarte y caerte todas las veces que hagan falta.
Además, ¿qué significa elegir “mal“?
En mis sesiones, les sugiero a mis clientes que no hablen en términos de bien o mal, correcto o incorrecto. Cuando hablamos así, aplicamos un juicio moral sin darnos cuenta: si algo está bien, entonces hay otra cosa que está mal. Blanco/negro, positivo/negativo.
Además, si hay una sola decisión correcta y hay otras que son incorrectas… el riesgo a equivocarte es enorme. Con razón da tanto pánico.
Esto no es real.
¿Y si a partir de ahora, piensas en las decisiones como “más alineadas” y “menos alineadas”?
El objetivo no es elegir “bien”. El objetivo es probar.
El objetivo es que que practiques.
Que empieces a aceitarte en este hábito: de saber que decides por tu cuenta, más allá del resultado.
Si después sale “bien” (si te acerca a dónde quieres ir o a quién quieres ser), ¡buenísimo! Eso es feedback.
Si en cambio, sale “mal” (si te aleja porque te generó confusión, malestar, ansiedad o te diste cuenta de que por acá no es)… ¡buenísimo! Esto también es feedback, y muy muy valioso.
Las decisiones que te alejan (las “incorrectas”), te dan a veces mucha más información y solo por eso son valiosísimas. El contraste de lo que no resultó te ayuda a entender (y afinar) lo que sí quieres—y por dónde seguir.
¿Me crees si te digo que no hay errores?
Solo hay parálisis o movimiento.
Toma alguna decisión, acciona y sal de la indecisión. Deja que la energía se mueva.
Los errores en este camino no existen.
Prueba algo —lo que sea—, y tendrás feedback.
Todo es información y eso es en realidad lo que buscas:
Conseguir esos insights para entender cómo seguir moviéndote de formas que te sean cada vez más alineadas y te acerquen a lo que quieres.
La claridad viene como resultado de la experiencia:
ya sea porque algo te gustó (y quieres repetirlo) o porque no te gustó (y el contraste te ayuda a tener más claridad de hacia donde no ir).
Confía en tus deseos. Confía en tu capacidad de saber elegir lo que es mejor para tu vida.
Empieza de a poco. Vas a confundirte. Vas a llegar a callejones sin salida. Pero no te olvides: estás aprendiendo a caminar.
Cada paso adelante (y cada caída) es esencial.
Deja un comentario