No tengo el cuerpo ni el color de piel. No tengo el título ni la experiencia ni la oportunidad. No hago bien las cosas. No soy capaz. No me salió nunca.
Quererse es difícil. Sostener una buena autoestima es nadar contra corriente porque nuestra sociedad se alimenta de nuestra inseguridad.
No veo a muchos otros con autoestima. Veo gente que se queja, que cree que no está a la altura, que no dice lo que quiere, que va al trabajo porque es lo que hay que hacer, que está en pareja porque sí…
No es eso lo que quiero para mi vida. Tiene que haber más.
Quererte, sin tapujos y sin perdón, es la revolución más grande en un mundo que apuesta en tu contra.
Cuando probás lo que se siente tener tu amor, tu confianza y tu seguridad, no te olvidás. Es el sabor del poder, el gustito de la independencia y de tu autonomía. Tu sangre sabe lo que se siente ser fuerte porque ya lo sintió una vez.
Sos libre. Ese es el peligro. Y ser una mujer libre en una sociedad que no quiere que ocupes espacio es una amenaza.
Empieza con una decisión: basta. Estoy cansada de esta vida amorfa. No quiero achicarme más para encajar. Elijo no callarme. Decido reconciliarme con las voces en mi cabeza.
Empieza con aceptar que este cuerpo, esta mente y este corazón van a ser el mismo cuerpo, la misma mente y el mismo corazón hasta que te mueras. Mejor amigarse, ¿no?
Vos elegís cuándo decidir. Tal vez el momento no llegó pero cuando lo haga —porque llegar va a llegar— vas a saber que podés hacer algo.
¿Lo sentís? Está en el aire. La electricidad aparece cuando una mujer decide ser peligrosa.
Me voy a comer todo este poder, toda esta curva del horizonte frente a mí, y voy a reclamar mi espacio.
Seamos muchas, todas las posibles, y hagamos que las herramientas se esparzan como fuego en un bosque de árboles secos.
Deja un comentario